En efecto, a quienes se esfuerzan por subvertir los gobiernos les interesa desanimar a los poetas y a los historiadores, pues lo mejor que les puede ocurrir es ser olvidados. Pero aquellos que, bajo los reyes, son los padres de su país, y mediante un ordenamiento justo y prudente de los asuntos lo preservan, tienen la misma razón para conservar los cronistas de sus acciones, como tienen que guardar en seguridad las escrituras y las evidencias de sus propiedades; porque tales registros son sus títulos indudables para el amor y la reverencia de las edades posteriores. La administración de su señoría' ya ha ocupado una parte considerable de los anales ingleses; y muchos de sus años más felices se deben a ella. Su Majestad, el más sabio juez de los hombres, y el mejor maestro, ha reconocido la facilidad y el beneficio que recibe en los ingresos de su tesorería, que encontrasteis no sólo desordenada, sino agotada. Todas las cosas se encontraban en la confusión de un caos, sin forma ni método, si no reducidas más allá, incluso hasta la aniquilación; de modo que no sólo había que separar los elementos discordantes, sino (si se me permite esa audacia de expresión) crearlos.
Sus enemigos habían embrollado tanto la gestión de su cargo, que consideraban su ascenso como el instrumento de su ruina.
John Bryden
Y como si la obstrucción de los ingresos y la confusión de las cuentas, que encontrasteis en vuestra entrada, no fueran suficientes, añadieron su propio peso de malicia a la calamidad pública, adelantándose al crédito que debería curarla. Tus amigos del otro lado sólo eran capaces de compadecerse, pero no de ayudarte; no te quedaba más ayuda o consejo que el que se basaba en ti mismo; y eso sí que era tu seguridad; porque tu diligencia, tu constancia y tu prudencia, actuaban con mayor seguridad en tu interior, cuando no eran perturbadas por ningún movimiento exterior. La más alta virtud es mejor que se confíe en sí misma; porque la asistencia sólo puede ser dada por un genio superior al que asiste; y es la más noble clase de deuda, cuando sólo estamos obligados a Dios y a la naturaleza. Este es, pues, mi señor, vuestro justo elogio, y que os habéis labrado un camino hacia la gloria, por los mismos medios que estaban destinados a vuestra destrucción: no sólo habéis restaurado, sino que habéis adelantado las rentas de vuestro señor, sin agravio para el súbdito; y, como si eso fuera poco, las deudas del erario, que recaían más pesadamente tanto sobre la corona como sobre los particulares, han sido establecidas por vuestra conducta en una certeza de satisfacción.
Una acción tanto más grande y honorable, porque el caso no tenía el alivio ordinario de las leyes; por encima de las esperanzas de los afligidos y más allá de la estrechez del tesoro para reparar, si hubiera sido manejado por una mano menos capaz. Es ciertamente la parte más feliz y menos envidiada de toda tu fortuna, hacer el bien a muchos, mientras no haces daño a ninguno; recibir a la vez las oraciones del súbdito y las alabanzas del príncipe; y, por el cuidado de tu conducta, darle los medios para ejercer la más importante (si es que alguna es la más importante) de sus virtudes reales, su justicia distributiva a los que la merecen, y su bondad y compasión a los que carecen de ella. La disposición de los príncipes para con su pueblo no puede descubrirse mejor que en la elección de sus ministros, quienes, como los espíritus animales entre el alma y el cuerpo, participan un poco de ambas naturalezas, y hacen la comunicación que hay entre ellas.
Un rey, que es justo y moderado en su naturaleza, que gobierna según las leyes, al que Dios ha hecho feliz formando el temperamento de su alma a la constitución de su gobierno, y que nos hace felices, al no asumir sobre nosotros otra soberanía que aquella en la que consiste nuestro bienestar y libertad; un príncipe, digo, de tan excelente carácter, y tan adecuado a los deseos de todos los hombres de bien, no podría haberse transmitido mejor a su pueblo', que en la persona de vuestra señoría; que expresa tan vivamente las mismas virtudes, que parecéis no tanto una copia, como una emanación de él. La moderación es, sin duda, una característica de la grandeza; pero hay una firmeza de temperamento que también es necesaria en un ministro de Estado; una mezcla tan equilibrada de ambas virtudes, que puede permanecer como un istmo entre los dos mares que invaden el poder arbitrario y la anarquía sin ley. La empresa sería difícil para cualquiera que no fuera un genio extraordinario, para situarse en la línea, y dividir los límites; para pagar lo que se debe al gran representante de la nación, y no aumentar, ni ceder, las indudables prerrogativas de la corona. Éstas, milord, son las virtudes propias de un noble inglés, ya que son virtudes propiamente inglesas; ningún pueblo del mundo es capaz de utilizarlas, sino nosotros, que tenemos la felicidad de haber nacido bajo un gobierno tan igualitario y tan bien preparado; un gobierno que tiene todas las ventajas de la libertad más allá de una mancomunidad, y todas las marcas de la soberanía real, sin el peligro de una tiranía.
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